Por Octavio Duré, Director de Ingeniería de Software VMware para región SOLA
Hashicorp dio a conocer un interesante informe acerca del estado de la adopción de nubes públicas, en las múltiples dimensiones involucradas en tal proceso. Sobresale la respuesta a cuáles son los principales inhibidores a la hora de avanzar en este proceso de adopción.
VMware ha atacado tempranamente todos estos puntos, a través de su propuesta de VMware Cloud, que permite ejecutar (migrando transparentemente desde nuestro on-premise) las cargas de trabajo VMware, a la infraestructura de cualquier proveedor de nube pública.
De esta manera, aplicamos los mismos esquemas de seguridad, los mismos skills y recursos humanos, eliminando la complejidad a través de una operación homogénea, sin importar sobre qué nube ejecutemos nuestras aplicaciones y cargas de trabajo. Sin embargo, perdura el mito de que esa estrategia podría ser más cara que el uso de nubes de manera nativa, algo que podemos refutar a través de un cálculo sencillo y basado en información pública.
El cálculo de precio y ahorro se realiza teniendo en cuenta el número y tamaño de las máquinas virtuales, memoria requerida, el costo de almacenamiento, del soporte y del tráfico; y es claro que, a partir de cierto volumen, VMware entrega ahorros significativos.
Y a todo esto le agregamos el siguiente beneficio: se evita el tiempo de adaptación de aplicaciones (replatform) que al final del camino, y luego de horas de inversión, nos devuelve la misma funcionalidad sólo que con un modelo de consumo/costeo distinto. Podemos hacer la analogía con lo que sucedió cuando virtualizamos los servidores ( las redes, y el almacenamiento) en nuestros Centros de Datos: pasamos a utilizar el hardware de la manera más eficiente. Lo mismo ocurre en las nubes públicas, podemos usar sus recursos con mayor eficiencia a través de la virtualización con VMware.
En conclusión, una carga ejecutando sobre VMware puede migrarse fácilmente de una nube a otra, o de una nube a nuestro propio centro de datos o EDGE; y el valor de esa puerta de salida es, sin dudas, mayúsculo.